La famosa isla de Capri, con su célebre Gruta Azul, fue nuestro próximo destino, al cual partimos al día siguiente después de haber dejado nuestro palacete principesco, no sin cierto pesar.
Yo había escuchado una conversación ajena donde un turista le comentaba a otro que había recorrido la isla en una lanchita que te alquilaban por un par de horas, aún cuando no tuvieras licencia de manejo náutico. Me parecía raro eso de que te alquilaran una lancha sin saber manejar, pero a la vez interesante poder estar sin turistas alrededor por un buen rato y dar vueltas a nuestro total antojo... así que con esa idea arribamos al puerto de Capri, para ver qué tan cierta era esta cuestión.
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Estos italianos están TOTALMENTE LOCOS...porque era LA PURA VERDAD !!!!
Y nosotros más locos que ellos que nos embarcamos (esta vez sí literalmente) en semejante aventura, sin tener la menor experiencia en navegar a mar abierto. Pero ustedes nos conocen, nos gusta el peligro, je je.
Nos habían asegurado que nos daban una pequeña lección de cómo manejar y un mapa con los lugares de interés a visitar, que era sumamente seguro y que si había mucho viento....mejor volviéramos.
Así que muy confiados, nos hicimos a la mar, el Capitán Nacho y toda su tripulación (yo).
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De más está decir que la lección nos la dio un africano que hablaba el peor inglés de la historia, en el mapa no encontrábamos ninguna de las referencias que estaban descriptas y cuando dimos vuelta a la primera curva y nos pusimos en la dirección del viento el barquito parecía una montaña rusa !!!!
Definitivamente la cuestión no se estaba comportando como la habíamos imaginado.
Primero la tripulación que sufría de pánico marítimo y después el Capitán que no se sentía demasiado seguro de su experiencia para capear huracanes decidieron que era mejor pegar la vuelta.
Y aunque algo apenados por no poder dar toda la vuelta a la isla, decidieron visitar el lado sureste que estaba más protegido del viento.
LO BIEN QUE HICIERON, porque ahí sí que empezaron a disfrutar.
La brisa marina, el agua azul turquesa, la vegetación desbordando los acantilados, el sol, un mar tranquilo.
En ese momento no existía nada más en el mundo que nosotros y NUESTRA lancha.
Si hasta me animé a tomar el timón...(seamos sinceros, para la foto, no más, eh).
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En una especie de bahía, tiramos el ancla y nos dimos nuestras buenas zambullidas en un agua cuasi congelada, pero que nos supieron a gloria.
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Nos habíamos olvidado del viento, del susto y de cualquier contratiempo.
Tener yate propio FUE MARAVILLOSO !!!!!!!!!!!!!!!!!