En las calles de guadalajara, en la forma en que desconocidos (meseros, taxistas, transeuntes) se relacionaron conmigo, sentí una especie de caradurez (en algún caso hasta casi prepotencia) que me hizo relacionar al tapatío mucho más con el porteño que con el chilango, con lo bueno y lo malo que esto pueda implicar.
Dos ejemplos.
Uno. Estaba caminando por providencia y un muchacho que estaba por ahí "me tiró los galgos" ( je je, literalmente su air dale terrier), hablándome de su perro como excusa para entablar una conversación y de una manera tan argentina, entre directa y galante, como nunca en estos dos años lo hizo nadie del DF.
Dos. Me tomé dos taxis en guadalajara. Uno de ellos (o sea el 50%) me hizo la pequeña estafita al turista, de cobrarme un par de dólares más que lo debido y con toda la intención, ya que había puesto una estampita de la virgen de guadalupe (!!) tapando el taxímetro.
En los muchísimos taxis que me tomé en dos años en el DF no hubo una vez en que sintiera lo mismo (bueno, creo que una, pero con un remisero, que siempre les desconfío porque tienen esas tablitas mágicas secretas de donde sacan lo que te cobran).
Hay como una inocencia y una amabilidad en la gente desconocida del DF que siempre voy a recordar con cariño.
2 comentarios:
Para el primer caso, no te olvides que eres muy atractiva !!!
Para el taxista, resulta que tenía la mamá enferma y uno de sus 14 hijos también, y no tenía para los remedios...lo hizo por necesidad !!!
Tal vez sí tiene que ver con la arquitectura.............................FEMENINA!!!!!!!!!!!!!!! ó al menos la tuya en particular.
Y si el galgo no te maltrató y su dueño tampoco se podría decir que fue un mimo ¿exageradamente pegote?
El taxista: coincido, figurita conocida (con 14 hijos y mujer enferma ó sanito y desesperau por unos $$$$ extra).
Sigan cuidándose xq aunque las restricciones se levanten hay que estar atentos (wherever on earth you are).
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